Aníbal Torres: entre lo académico, la investigación y la construcción comunitaria
Nuestro entrevistado de hoy es Aníbal Torres, geógrafo de profesión y coordinador del programa Futuros Sostenibles del Instituto Monteverde (MVI).
Su doble rol como coordinador de este programa y miembro de la comunidad de Monteverde desde su niñez, le han permitido gestionar iniciativas realmente importantes para los habitantes de nuestro distrito y que buscan, a mediano o largo plazo, encontrar prácticas soluciones que permitan el empoderamiento de nuestra comunidad en temas de construcción comunitaria y resiliencia al cambio climático.
Para Aníbal, uno de los mayores logros de Futuros Sostenibles es la oportunidad de generar discusiones en torno a temas importantes que ayudan a “generar muchas preguntas”.
“Una de las cosas que he aprendido es que en una comunidad es muy importante que surjan preguntas, porque cuando surgen preguntas, la gente se cuestiona a sí misma. Y estas preguntas, este tipo de discusiones, han ayudado a la gente a imaginar algo diferente o simplemente a capturar una pequeña semilla de duda, de curiosidad”, explica Aníbal.
“Son logros intangibles porque Futuros Sostenibles, a partir de toda esa curiosidad, ha logrado generar semillas de duda y eso es muy válido para los procesos que nuestra comunidad necesita trazar”, dice.
Mirá la entrevista completa con Aníbal aquí. Te invitamos a conocer un poco más sobre este programa que puede crear una línea de base comunitaria involucrando a personas dentro y fuera de Monteverde, que tienen una cosa en común: la esperanza de construir un futuro sustentable.
LA ENTREVISTA
P: ¿Cuál es su rol en el Instituto Monteverde?
R: Mi rol en el Instituto, dentro del Centro de Iniciativas Comunitarias (CIC), es a partir del programa Futuros Sostenibles. Me encargo de dar seguimiento a las iniciativas que buscan un vínculo entre los programas académicos que traemos y los temas de relevancia comunal.
Creo que lo principal es eso, lo que mi rol dentro del Instituto busca es eso, es ser un enlace de proyectos comunitarios que, de una u otra manera, tengan un enfoque educativo o de investigación; y, cuando digo educación, me refiero no sólo a nuestros programas académicos - los cursos que ofrece el Instituto para estudiantes internacionales- sino también, más recientemente, con universidades nacionales.
P: En sus palabras, ¿de qué se trata el Programa Futuros Sostenibles, y por qué es importante para la comunidad?
R: Futuros Sostenibles comenzó como uno de los primeros cursos que integraba más necesidades comunitarias.
En el inicio el curso se enfoca más en la parte de planificación urbana - porque ese era el enfoque de uno de los profesores - y, por eso, el apoyo en ese momento se le dio a la comunidad fue en términos de planificación urbana.
Este curso tuvo tanta influencia en mi persona que terminó por decidir el enfoque de mi carrera: yo arranqué sin haber terminado mi grado universitario y recibí mucha influencia de Futuros Sostenibles, por lo cual decidí especializarme en planificación urbana. Pero, como en Costa Rica no hay un grado en planificación urbana, me fui por el lado de geografía para poder desarrollar ese tema.
Futuros Sostenibles ha trabajado con alrededor de 90 proyectos en todo este tiempo; eso significa que el MVI comenzó a tener mayor exposición de sus programas en la comunidad a partir de este curso - no ha sido el único, por supuesto, pero sin duda alguna Futuros Sostenibles, como curso, fue uno de los primeros cursos académicos del Instituto en llevar “todas las etapas”. ¿A qué me refiero a “todas las etapas”? Generar convocatoria para proyectos, trabajar con la comunidad en necesidades previamente establecidas por la misma comunidad, regresar insumos, generar una oportunidad de aprendizaje para los estudiantes, generar una oportunidad de aprendizaje para la comunidad y generar una constancia.
Para mí este último punto es importante porque cuando yo entré a Futuros Sostenibles entre 2003 y 2004, el curso se hacía cada verano, en bloques. Pero no había una linealidad de trabajo.
Entonces mi rol comenzó a involucrar el contacto con las organizaciones a lo largo del año para generar mejor seguimiento y estabilidad; y, desde ese momento - o quizá un par de años después - comenzó a regir el Concejo Municipal de Distrito y Futuros Sostenibles empezó a involucrarse más de lleno con algunas comisiones.
Y fue así como de ser un curso, Futuros Sostenibles se convirtió en un programa del Instituto Monteverde. Es decir, pasó de ser una actividad de tres meses durante el verano, a una linealidad anual. Comencé a trabajar con organizaciones locales y con el gobierno local, comenzamos a desarrollar algunos proyectos o iniciativas, o bien a insertarnos en diferentes comisiones. Ese es el antecedente del programa.
El programa ha tenido diferentes matices, por decirlo de alguna manera. El primer matiz tuvo el enfoque de ordenamiento territorial; el segundo matiz se enfoca en arquitectura y diseño sostenible. Y bueno, lo que conecta a ambos matices es la sostenibilidad, que siempre ha sido el eje transversal del programa.
En la actualidad, desde mi perspectiva, el tercer matiz que está llevando el programa es la participación de universidades estatales nacionales. El instituto siempre ha sido muy fuerte en los programas académicos internacionales y ha tenido mucha presencia en la comunidad - aunque a veces no hemos sido tan buenos en comunicarnos - pero siempre hemos sido muy débiles en vincularnos con universidades públicas en el país.
Dado esto, el Instituto me dio la oportunidad de crear un mayor vínculo con el sector universitario. En mi cabeza, este vínculo está abriendo la puerta para que las iniciativas de este programa a lo largo del año se nutran no solamente de la parte académica internacional, sino también de la nacional. Y así, de alguna forma, quisiera lograr que estas dos comiencen a tener mayor exposición.
Nuestros estudiantes que vienen de Estados Unidos no han tenido la oportunidad de convivir con sus pares en Costa Rica, por muchas razones… pero una de ellas es porque no se ha generado ese espacio. Al abrir un vínculo de investigación constante con universidades, automáticamente se abre una oportunidad de conexión entre estudiantes nacionales e internacionales.
Por ejemplo, en un tema muy concreto como el de gestión de recurso hídrico, con la Universidad de Costa Rica (UCR) hasta el momento y por temas de pandemia esa investigación se ha canalizado nada más entre estas instituciones; sin embargo, por ejemplo, hay una universidad canadiense que está muy interesada en el tema de gestión de recursos hídrico y el monitoreo de humedales artificiales… y esa podría ser una posibilidad para que, en una de las jornadas de visita de esos estudiantes, algunos de los estudiantes de la UCR pudieran integrarse con ellos.
Ese tipo de oportunidades permiten socializar la información, exponerse, conocer. Y, al final, también le permite al Instituto extender más y de una mejor forma nuevas oportunidades a nivel nacional. Está comenzando de forma muy fuerte con la Escuela de Ingeniería en Biosistemas, pero ahora también con Geografía y un poco con la escuela Economía Agrícola, con lo que los estudiantes podrían realizar su TCU aquí en la zona.
P: A través de este programa, ¿cómo ha logrado mezclar la parte académica e investigativa con la construcción comunitaria?
R: Para mí unas de las cosas más importantes que tiene el Centro de Iniciativas Comunitarias (CIC) es la presencia constante en la comunidad. Esa presencia constante del Instituto en la comunidad permite que muchos procesos caminen.
Por ejemplo, en los inicios de la Comisión Integral de Recurso Hídrico la mayor parte del peso cayó en el MVI, por lo menos en los primeros dos años que nos tomó estabilizarla.
Porque estos procesos de base no son sencillos… creer en algo que al inicio no es tangible, bueno… eso cuesta mantenerlo en el tiempo. Al principio mucha gente nos decía que el problema eran las aguas residuales, pero había que encontrar la raíz del problema. ¿Era un tema de conocimiento, de instalaciones, de cultura? ¿Cuál es el problema de base? Y eso es crítico para encontrar las soluciones. Uno puede hacer una planta de tratamiento de aguas residuales lindísima o una biojardinera… pero si la gente culturalmente no se preocupa por tratar las grasas que salen de su cocina, “se pasean” en el sistema y no va a servir de nada.
Hay que conocer esos problemas de base y eso no es fácil al iniciar una comisión. Entonces, la relevancia del Instituto en conjunto con otras instituciones locales, ha permitido que esos procesos y proyectos lleguen a un punto.
Para mí, en el seno del CIC, el Programa Futuros Sostenibles ha sido uno más capaz de mantener muchos procesos de línea base en el tiempo y que, a partir de esa constancia y presencia en la comunidad, ha facilitado la inserción de proyectos en necesidades comunitarias como otras oportunidades académicas.
En el caso de las universidades estatales, por el poco presupuesto que tienen, carecen de iniciativas de base. Entonces para un profesor es muy estratégico aliarse con una institución que ya tiene líneas de base, que conoce mejor a la comunidad, y que le va a ayudar a insertarse en muchos de estos proyectos.
P: ¿Cuáles han sido, en su opinión, los mayores logros del programa hasta ahora?
R: Hay logros tangibles e intangibles.
Cuando pensamos en los logros tangibles de Futuros Sostenibles, podemos hablar de los senderos - que en el futuro se convirtieron en aceras. Los senderos, inicialmente, fueron un diseño de Futuros Sostenibles que permitieron la apropiación de los espacios públicos para que luego, gracias a la ayuda de Corclima y el Concejo Municipal, se pudiera evolucionar a las aceras.
Las aceras, junto a los miradores; algunos pequeños espacios públicos de recreación - como en San Luis, Linda Vista y el Cen Cinai - y el trazado del primer sendero accesible en la reserva de Santa Elena, que ellos construyeron… y muchos diseños que eventualmente se convirtieron en edificaciones, como la biblioteca de la Escuela de los Amigos.
Lo intangible son los proyectos de base. ¿A qué me refiero con esto? El hecho de que muchas veces hemos llevado a discusión temas de importancia, como la planificación local.
Estas discusiones, más allá de obtener respuestas, lo que generan son muchas preguntas. Y una de las cosas que yo he aprendido es que en una comunidad es muy importante que surjan preguntas, porque cuando surgen preguntas la gente se cuestiona. Y estos cuestionamientos, este tipo de discusiones, han ayudado a la gente a imaginarse algo diferente o simplemente a plasmar una pequeña semilla de duda, de curiosidad.
Lo que quiero decir es que algunos de estos proyectos se mantienen como preguntas en el tiempo y puede que pasen años hasta que alguien quiera abordar el proyecto… A mi me llevó mucho tiempo asimilar esto, pero luego entendí que hay muchos proyectos que no se van a comenzar a desarrollar en cinco o seis años. Y hay muchos proyectos que, probablemente, ni siquiera yo voy a ver concretados en mi periodo de trabajo aquí en el Instituto.
Y menciono, nuevamente, que estos son logros intangibles porque Futuros Sostenibles en base a toda esa curiosidad ha logrado generar semillas de duda y eso es muy válido para los procesos que nuestra comunidad necesita ir trazando.
P: Actualmente, una parte del programa está impulsando la construcción y uso de biojardineras en algunas instituciones clave - como la Escuela Creativa. ¿Cuáles han sido los retos a los que se han enfrentado al momento de implementar esta iniciativa en esas instituciones?
R: Una de las cosas interesantes es que, dentro del programa y del curso de Futuros Sostenibles, hemos trabajado temas de sostenibilidad, sobre todo en lo que tiene que ver con la resiliencia frente al cambio climático.
Para todo el mundo, en Costa Rica y particularmente en Monteverde, una de las claves en el diseño sostenible es la gestión sostenible del recurso hídrico. Y da la casualidad de que, en el proceso, nos topamos con la Escuela de Ingeniería en Biosistemas de la UCR y con ella empezamos a revisitar algunos proyectos ya que nos dimos cuenta de la importancia de extrapolar todo el conocimiento y las lecciones aprendidas a la comunidad.
Entonces buscamos fondos y a partir de esos recursos logramos involucrar estudiantes y conseguir materiales para la implementación de estos humedales artificiales; de hecho, arrancamos con la Escuela de los Amigos y en el camino surgió la necesidad en la Escuela Creativa, con un sistema que ya tenían pero que estaba inactivo… y, en medio de eso, llegó Rose Daily, la investigadora afiliada que nos ha ayudado a llevar el liderazgo en el proceso del CEC.
Uno de los retos a los que hemos tenido que enfrentarnos es hacer entender a las instituciones cómo funcionan estos sistemas y también que asuman la responsabilidad de su mantenimiento.
Hemos tratado de darle todas las herramientas a las instituciones, como un manual para las escuelas y señalización para que sepan que los residuos orgánicos no deben ir a las tuberías.
Una de las lecciones aprendidas es la importancia de darle seguimiento a los humedales y apoyo a las instituciones que hay detrás: monitorearlos para determinar la calidad del agua y por ende la salud del humedal, y generar oportunidades para que los estudiantes vengan a aplicar lo que están aprendiendo teóricamente en las universidades.
Es muy chiva porque son proyectos que están rodando, están en función, que están respondiendo a una necesidad comunal… porque el tratamiento de aguas residuales es crítico en Monteverde.
También el monitoreo es importante porque, más allá de que los humedales se vean muy bonitos, es importante demostrar que están funcionando. Y tener las métricas nos permite hablar con números.
Además, como un sistema de tratamiento descentralizado, aun en el caso de que Monteverde llegara a tener una planta de tratamiento, más del 50% del territorio igual va a quedar por fuera. Entonces, todos esos sectores que queden fuera del área de tratamiento, deberían buscar una solución.
Las escuelas son un semillero perfecto para poner a prueba estos sistemas, para monitorearlos en el tiempo, y eventualmente para que más gente se vaya apropiando de esos sistemas.
P: ¿Qué beneficios verán las instituciones y la comunidad una vez que las biojardineras estén trabajando al 100%?
R: La forma en que le hemos querido dar seguimiento al tema de humedales artificiales es que no hay que verlo aislado, sino que hay que verlo como parte de una gestión integral del recurso hídrico.
¿Qué quiero decir con esto? Que no solamente es tratar las aguas, sino disminuir el consumo de agua potable utilizando agua de lluvia, por ejemplo. En un escenario ideal, los humedales artificiales son un sistema que forma parte de otros sistemas para una gestión integral del recurso hídrico.
Por eso también queremos entrarle más fuerte al tema de siembra de agua de lluvia porque el beneficio de este tipo de sistemas, junto con los humedales artificiales, es `poder ir generando herramientas para la mitigación del cambio climático y un problema que hay a nivel comunidad que es el tratamiento de las aguas residuales.
P: ¿Por qué las instituciones o empresas privadas deberían considerar tener una biojardinera?
R: Lo que yo me imagino, en el futuro, es lograr el “know how” comunitario, para ir logrando que las personas o pequeñas empresas que ya tienen sus biojardineras puedan gestionarlas ellas mismas.
Hay una pequeña red de biojardineras en el distrito que hay que monitorear y que, eventualmente, podrían ser los semilleros para que otros proyectos crezcan en la comunidad.
Monteverde continúa siendo una comunidad rural y, aunque no todo el mundo tiene el espacio para tener una biojardinera - hay propiedades que tienen el área necesaria para poder tener una.
¿Tiene usted el espacio? ¿Tiene usted un problema? Quizá la biojardinera sea una buena respuesta para ese problema.