Richelle Winkler: “Espero que mis estudiantes puedan retribuir a la comunidad también”
La forma en que Richelle Winkler llegó a Monteverde no fue inusual; muchos de los investigadores afiliados vienen aquí en sus años sabáticos, buscando alguna experiencia en Costa Rica - que es conocido por ser uno de los países latinoamericanos más enfocados en prácticas sostenibles y conservación.
“La razón por la cual decidí venir a Costa Rica es que tengo dos amigos que son costarricenses, que también son colegas”, explica Winkler quien, antes de su año sabático, vino al país en 2017 para visitar y ver si ella y su esposo realmente querían establecerse aquí por un tiempo.
“Cuando estuve buscando lugares en Costa Rica para venir, alguien me recomendó ver Monteverde; también, cuando estaba buscando lugares a los cuales podía afiliarme, encontré el Instituto”, añade Winkler quien, al final, decidió volver con toda su familia de enero a agosto de 2018.
Para Winkler, venir a Monteverde fue una experiencia nueva de alguna manera pero, al mismo tiempo, no se sintió “tan lejos de casa”.
“Soy de Michigan, que es la parte más al norte de los Estados Unidos, y trabajo en una universidad llamada Michigan Technological University, que tiene alrededor de 7.000 estudiantes y está en una parte muy rural. Es en un lugar muy remoto y lejos de la ciudad y creo que, de hecho, se parece mucho a Monteverde porque está a cuatro horas de cualquier ciudad grande y no hay calles grandes y tenemos mucho turismo”, describe la investigadora.
“Descubrí que mucha gente viene de los Estados Unidos o Canadá o Europa y, para ellos, lo que aman de Monteverde es el hecho de que es un pueblito en medio del bosque, y se siente muy pacífico, ese tipo de cosas… y todo eso se hizo realidad para mí también, pero es lo mismo que vivo en mi casa, de la misma manera”, dice Winkler.
Como se mencionó, Winkler vino con el propósito de ser una investigadora afiliada al Instituto Monteverde; y ella, siento profesional en Poblaciones Humanas - también conocido como Demografía - se dio cuenta que esta comunidad es el lugar perfecto para estudiar las interacciones entre la gente y el medio ambiente.
“Sé que la mayoría de los científicos que vienen estudian el bosque, y los animales, y las plantas… pero yo vine aquí a estudiar las interacciones entre la gente y el ambiente que les rodea y los impactos que tienen de diferentes maneras… especialmente cuando la gente piensa que están viniendo porque aman la naturaleza y quieren hacer cosas buenas por el medio ambiente”, dice Winkler, añadiendo que el problema radica en que “a veces generamos impactos en los que no pensamos”.
“Eso es lo que quería entender mejor, especialmente de toda la gente que viene aquí de países más ricos”, declara la investigadora, cuya principal fuente de información fue el censo costarricense del Centro de Poblaciones Centroamericanas, en la Universidad de Costa Rica.
“Usé la información del censo para estudiar a la gente que se muda aquí de países ricos y cuáles son sus hábitos de consumo… ¿tienen carros, tienen calentadores de agua, tienen pantallas planas? Porque yo estaba muy interesada en el uso de energía y en cuánta energía se usa en cada casa; y quería ver si estas personas que se mudaron usan más energía que la gente de aquí”, añade Winkler.
“Y encontré que sí, ¡usan más! Pero no solamente eso: sus hábitos comenzaron a propagarse hacia las demás personas alrededor de ellos. Así que los costarricenses locales que vivían alrededor de la gente de países más ricos también comenzaron a utilizar más energía (...) Y encontré esto realmente interesante, porque quiere decir que están esparciendo estos hábitos alrededor del mundo”, determina la investigadora.
Winkler señaló que la investigación se realizó con información de todo el país, lo que le permitió comparar Monteverde con otros lugares.
“En algunas áreas cerca de la playa la gente que viene aquí de países más ricos usa más electricidad. Especialmente de calentadores de agua, lo cual es gracioso porque hace calor en la playa, ¿cierto?, dice Winkler, añadiendo que ·la gente de la playa, y la mayoría de la gente de países ricos, tienen calentadores de agua” mientras que en Monteverde no es tan común, a pesar de que es un lugar más frío.
“Lo mismo con los carros. La gente en la playa tiene más carros… así que hay diferencias dentro del mismo país, y creo que la gente que viene de países más ricos y dónde escogen vivir en Costa Rica dice mucho de quiénes son y de si quieren mantener los mismos hábitos que tienen en los Estados Unidos, Canadá o Europa, o de si quieren vivir más como los costarricenses”, enfatiza Winkler, quien piensa que muchas de estas personas “quieren cuidar el medio ambiente” pero tal vez “no entienden, no ven los impactos, y siguen queriendo el mismo tipo de casa y el mismo estilo de vida que tenían en los Estados Unidos, sólo que en un ambiente diferente”.
“Lo que creo es que las personas que vienen a Monteverde, muchas veces son científicos que entienden más el impacto de las decisiones que toman, que otras que van a otros lugares”, sintetiza la investigadora.
“Fue muy importante vivir aquí un tiempo”
Así, Winkler terminó viviendo en Monteverde como una investigadora afiliada al IMV por ocho meses… Sin embargo, su experiencia en la comunidad fue más allá de toda la información que recolectó del censo costarricense.
“Siempre trato de hacer mi trabajo en colaboración con otras personas que estudian la naturaleza, porque pienso que todos necesitamos trabajar juntos… porque no es sólo lo que está pasando en el bosque o en el planeta o con los animales o con el clima y todo eso… el problema es que la gente está impactando eso, y al final, eso nos impacta a nosotros. Y dependemos de la naturaleza para sobrevivir”, declara la investigadora.
Para lograrlo, Winkler “se tiró al agua” y decidió envolverse en algunos de los programas que ofrece el Instituto Monteverde, incluyendo aquellos que involucran a la comunidad de alguna manera.
“Quería entender mejor qué es lo que estaba pasando en el mundo natural aquí, para entender mejor cuáles son los impactos. Tuve la oportunidad de ir con Luisa a recolectar insectos para el programa Adopte una Quebrada, y pudimos hablar sobre la investigación que está haciendo acerca de la calidad del agua; y también tuve la oportunidad de salir con Debra a instalar redes de niebla para los pájaros, y ver qué está pasando en los proyectos de reforestación, y ver los tipos de aves que están encontrando esos lugares que se están reforestando”, explica Winkler.
“También tuve la oportunidad de ver a los turistas en el área y aprender sobre el bosque nuboso y cómo funciona… Fui a la Estación de San Gerardo y aprendí del Bosque Eterno de los Niños… Y creo que todo eso fue un buen contexto, porque necesitaba saber estas cosas para poder entender todo el panorama y como todo tiene sentido”, añade la investigadora.
“Tenía toda la información del censo, y era muy buena información, tuve mucha suerte (...) Pero fue realmente importante vivir aquí por un tiempo, porque no hubiera podido tener toda la información del censo en mi casa y lograr el mismo trabajo - no habría sabido qué preguntas hacer y ni siquiera hubiera sabido que un calentador de agua era algo raro aquí”, dice Winkler.
“Necesitaba saber más sobre cómo la gente vive aquí, y no hubiera podido saber las diferencias en el país, las diferencias entre nacionalidades, las diferencias culturales de un lugar a otro, y no hubiera sabido que lugares estudiar. Así que todo ese contexto me ayudó mucho a entender mejor qué estaba pasando”, afirma Winkler.
“Espero que mis estudiantes puedan retribuir a la comunidad también”
“Quería hacer esta investigación y también quería mejorar mi español, pero también quería construir mejores relaciones con las personas de aquí para poder comenzar un programa de Estudios en el Extranjero con mi universidad, para traer estudiantes. Y eso es lo que hice, trabajar con el Instituto y también con Fern”, dice Winkler.
Esta entrevista fue hecha durante la estadía del primer grupo de Michigan Technological University que visitó el Instituto Monteverde, el cual tenía que asistir en 2020, pero tuvo que cancelar debido a la pandemia.
“Es un programa de casi seis semanas en Costa Rica y los estudiantes pasan la mayoría del tiempo aquí en Monteverde, viviendo con familias de la comunidad y tomando algunas clases en el Instituto; toman clases de español, de cultura costarricense, de poblaciones, de salud y medio ambiente, y de sostenibilidad. Vienen de diferentes carreras, pero la mitad están especializándose en sostenibilidad”, explica Winkler, para quien “la sostenibilidad es un tema tan interdisciplinario, que es de mucha ayuda tener personas con diferentes antecedentes en diferentes áreas”.
Durante su visita, los estudiantes hicieron un trabajo grupal con el programa Adopte una Quebrada, que incluía una guía actualizada - que posteriormente sería parte de una aplicación digital - de los insectos que se pueden encontrar en las quebradas de Monteverde, los cuales pueden ser usados para indicar la calidad del agua.
“También analizaron la información que Luisa ha estado recolectando, y están haciendo algunos mapas con la información que está siendo encontrada y las cosas que están descubriendo, y cómo ha estado cambiando con el tiempo. Estamos tratando de hacernos preguntas en relación a cómo la densidad de la población y la agricultura está impactando la calidad del agua. Ha habido algunos cambios con el COVID, porque no hubo tanta gente ni tráfico, y los estudiantes darán una presentación para la comunidad sobre esto”, agrega la investigadora.
Winkler declara que se sentía nerviosa de traer estudiantes, porque era su primera vez haciéndolo; sin embargo, dice que el grupo la pasó muy bien, pues el tener que caminar de sus casas para tomar sus clases en el Instituto les permitió “ver realmente a la comunidad”.
“Están viendo a la comunidad… ¡incluso ya reconocen a los perros! Ven a la misma gente en su camino, y creo que eso les ha permitido ver a la comunidad en general y a no venir directamente aquí al Instituto a estar sólo aquí”, comenta la investigadora, quien asegura que por eso también es importante que se hospedaran con familias locales, porque no sólo trae ingresos para las familias y la comunidad, sino que también permite que los estudiantes construyan relaciones y puedan conocer a la gente y ver cómo es la vida aquí”.
“Yo espero que puedan retribuir a la comunidad… Ese es mi objetivo verdaderamente, que puedan tomar lo que están aprendiendo aquí y lo lleven de vuelta a los Estados Unidos, pero que también traigan algo. Por eso es que queremos que participen en proyectos que sean importantes aquí también”, agrega.
“Amo la idea que hay detrás de este lugar como un centro comunitario”
Winkler afirma que la razón principal por la cual decidió venir al IMV es que “no solamente está enfocado en traer estudiantes y en educación, sino también en actividades comunitarias y en apoyar a la comunidad en general en temas de salud, desarrollo económico, y proyectos medioambientales”.
“Amo la idea que hay detrás de este lugar como un centro comunitario, no solamente como un centro educativo o un centro de investigación (...) Me encanta estar aquí, y por eso quería seguir viniendo para traer estudiantes, ¿sabe? Es lo que pensé la primera vez que vine aquí, qué quería compartir con otras personas”, reflexiona la investigadora.
“El Instituto en sí mismo es un lugar muy positivo; empuja a la gente a aprender y entender problemas verdaderamente importantes que está enfrentando nuestra sociedad, pero lo hace de una manera muy humana… y motiva a la gente, y piensa en soluciones, y da mucha esperanza y hace que la gente se sienta bien”, expresa Winkler.
“Porque, muchas veces, al estudiar problemas medioambientales es muy fácil sólo sentirnos tristes. Pero pienso que el Instituto está haciendo un gran trabajo no sólo identificando los problemas, pero pensando en cómo podemos arreglarlos; en cómo juntos, como una comunidad, podemos comenzar a crear potenciales soluciones y ser un ejemplo de cómo podemos hacer mejor las cosas, y cómo podemos llevar ese ejemplo hacia el resto de lugares y aprender de lo que los demás están haciendo”, añade la investigadora.
“Y, al mismo tiempo, hay una atmósfera muy amigable aquí; todo el mundo se preocupa por los demás y quieren asegurarse de que nos sintamos apoyados como personas. Crear esas conexiones y hacer tiempo para ellas… No todo es trabajo, trabajo, trabajo, como en los Estados Unidos. Tener tiempo para tomar café para hablar con los demás, y para pasar tiempo explorando, y enamorándose del lugar”, concluye Winkler.